El retro rock sigue teniendo sus subgéneros y estilos y Suecia es el país clave de muchas de las más grades bandas que lo practican. El trío adorador de Black Sabbath, Pentagram y demás saca su cuarto trabajo con muy buenos mimbres y con nueve canciones que convencen a propios y extraños. Destaca la facilidad con la que se desenvuelven, que las canciones tienen un algo especial y el equilibrio alquímico entre los tres instrumentos y la voz de Mattias Ottoson. También os diría que están más cerca de Ghost que de Kadavar.
Las voces agónicas y ese ambiente tenebroso es lo que ya demuestran en la inicial "Sileni". Hay algo de ambientes doom, mucha presencia del bajo de Ottoson y algunos riffs muy Tony Iommi. Bajo y guitarra juegan en la entrada de "Nekrolith", dotada de una línea vocal muy logrado y con cierto aire a Ghost. Sorprenden los agudos a los que llega el vocalista con gran facilidad y ese gran final con algún deje claro a Thin Lizzy.
Uno de los singles fue "The Woods" y fue una inmejorable elección. Melodías oscuras y un estribillo de esos que te enganchan desde la primera escucha. Hay reminiscencias a los grandes del género, pero también a grupos más actuales como Scorpion Child o Crobot. El otro single es la atmosférica y definitoria "Behind the Veil of Eyes", que abren con un punteo de acústica. Ampulosa e inquietante la canción posee esa aura mágica, y la combinan en el videoclip con imágenes rituales.
Hay un par de cortes instrumentales de enlace como son "Häckle Klint" y "Vaenir Dreams" que cumplen su cometido. Especialmente la primera posee esa belleza melancólica. Luego nos encontramos con el doom de la vieja escuela en la densa e hipnótica "Olórin's Song", siendo otra de las composiciones más logradas del disco. Esas bajadas de intensidad y el arranque vocal de Mattias está muy logrado.
Posiblemente el mejor solo de guitarra de Adam Lundqvist está instalado en "King Serpent", que también va dotada de uno de los monolíticos riffs de la escuela Sabbath. Tiene un final con aires incluso industriales y ruiditos deudores del grunge. Luego, la canción que da nombre al disco, mantiene el notable nivel de todo el álbum.
Temple of Haal de Nekromant pasa como un suspiro, pues realmente hay siete canciones solamente. Es un disco que entra con una facilidad pasmosa y es el agudísimo bajo una de las claves de su sonido, combinada con esa facilidad que demuestran a la hora de componer. A medio camino entre el retro rock y el doom metal y con los dejes ocultistas de Ghost completan un gran cuarto trabajo. Ojalá el grupo pueda girar por Europa, pues pinta que este material puede seducirte más en directo que en estudio.
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